31 Saqueó la ciudad, la incendió y arrasó sus casas y la muralla que la
rodeaba.
32 Sus hombres hicieron cautivos a mujeres y niños y se adueñaron
del ganado.
33 Después reconstruyeron la Ciudad de David con una muralla
grande y fuerte, con torres poderosas, y la hicieron su Ciudadela.
34 Establecieron allí una raza pecadora de rebeldes, que en ella se
hicieron fuertes.
35 La proveyeron de armas y vituallas y depositaron en ella el botín
que habían reunido del saqueo de Jerusalén. Fue un peligroso lazo.
36 Se convirtió en asechanza contra el santuario, en adversario
maléfico para Israel en todo tiempo.
37 Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron.
38 Por ellos los habitantes de Jerusalén huyeron; vino a ser ella
habitación de extraños, extraña para los que en ella nacieron, pues sus hijos
la abandonaron.
39 Quedó su santuario desolado como un desierto, sus fiestas
convertidas en duelo, sus sábados en irrisión, su honor en desprecio.
40 A medida de su gloria creció su deshonor, su grandeza se volvió
aflicción.
41 El rey publicó un edicto en todo su reino ordenando que todos
formaran un único pueblo
42 y abandonara cada uno sus peculiares costumbres. Los gentiles
acataron todos el edicto real
43 y muchos israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y
profanaron el sábado.
44 También a Jerusalén y a la ciudades de Judá hizo el rey llegar, por
medio de mensajeros, el edicto que ordenaba seguir costumbres extrañas al
país.
45 Debían suprimir en el santuario holocaustos, sacrificios y
libaciones; profanar sábados y fiestas;
46 mancillar el santuario y lo santo;
47 levantar altares, recintos sagrados y templos idolátricos; sacrificar
puercos y animales impuros;